La educación no se limita a insertar al niño en los procesos lectores, sino a hacerlos personas tolerantes, respetuosas y conocedoras de otras realidades. La literatura infantil y juvenil ha perdido esa misión “de construir moralejas” que en un principio imprimieron las fábulas. Está claro que no todos los libros para niños deben dejar moraleja, pero que cueste encontrar libros donde exista alguna se esta convirtiendo en una constante en las estanterías de nuestras librerías. Ahora es más importante que los libros tengan olor, textura y los niños recorran y se salten paginas descifrando laberintos; los albumes ilustrados dan paso a hacer de la ilustración un arte que se puede leer, con un mensaje más sutil pero también muchas veces más superficial.
No entraré a juzgar libros, pero si resaltaré títulos como: “E de escuela” de Tomas Abella, una publicación de "Intermon Oxfam", que encontré en la sección para niños de una tienda de comercio justo llamada Olokuti. Este libro narra mediante fotos muy expresivas la historia de Fátima, una niña del Chad que junto con los niños de la población donde viven, deben caminar kilómetros para llegar a una escuela precaria, donde tienen libros que cuidan mucho porque son reutilizados y apenas cuentan con materiales para escribir.
Me interesan mucho los libros que promuevan conciencia "anti-consumista" y de conocimiento de otras realidades en los niños. Tales como los libros de la colección de "Intermon Oxfam" que, aunque su diseño e ilustraciones resulten llamativos, sí transmiten un mensaje muy importante para los niños de hoy en día.
Un ejemplo de una combinación de texto e ilustración con gran calidad y que toca un tema similar, es uno de los libros que analicé hace poco: "El color de la arena" . Tal vez la utilización de fotos, en lugar de ilustraciones retratan de forma más clara la realidad. Sin embargo, es una buena opción para que a los niños que tienen más recursos les quede claro que unos lápices, que tiran al terminar el curso, son tesoros para otros niños. El "estuche de lápices nuevos" nuevo que suelen pedir cada curso, pueden ahorrarlo y regalarlo a niños como ellos, al igual que los libros, que sólo en pocas escuelas reciclan y que las editoriales hacen negocios abismales cambiando cada año.
En pocas palabras, los valores que me gustaría infundir a mis hijos, no los encuentro en libros que a ellos les parezcan atractivos y que les deje un precedente para que moldeen su actitud. Debo utilizar otros ejemplos y aplicar acciones concretas para que tomen conciencia que el planeta en el que viven esta hecho de unos recursos no renovables y que el acceso a la comodidad sólo loa tienen un pequeño porcentaje de niños que pueden disfrutar de "casi una biblioteca propia", con libros para leer cada noche.
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